Un caso más en el que el cone beam juega un papel crucial para llevar a cabo nuestro diagnóstico y más si es un paciente tan especial como mi padre.
La historia del diente es la siguiente: traumatismo dentofacial a los 14 años, tratamiento de conductos del diente 1.1 en 1985 , retratamiento en 1996 y carilla de composite.
Nos enfrentamos a una reabsorción cervical invasiva tipo III de Heithersay. En su etiología está el blanqueamiento interno, ortodoncia, RAR y traumatismos previos como en el caso.
En una RVG no teníamos los suficientes datos para saber que alcance tenía la lesión y dónde se sitúa exactamente, así que realizamos un CBCT de campo pequeño y nos llevamos la sorpresa de que la lesión era bastante más grande de lo que pensábamos.
Teníamos dos retos ... primero: retratar quirúrgicamente y segundo: restaurar el diente.
Consideramos que retratar de nuevo y ahora de forma quirúrgica debilitaría el diente mucho. Ante tal grado de destrucción ( incluso invadimos la línea media del diente) creemos que no tiene buen pronóstico y decidimos la extracción para poder colocar un implante que es una solución muy buena siempre y cuando esté indicado.
No nos gusta tener que mandar a extraer un diente a nuestro compañero que nos deriva al paciente, pero también debemos saber dónde está el límite en cada caso. Debemos ser predecibles. Y más si es nuestro propio padre el que está sentado en el sillón, siempre hay que buscar la mejor solución.
No nos gusta tener que mandar a extraer un diente a nuestro compañero que nos deriva al paciente, pero también debemos saber dónde está el límite en cada caso. Debemos ser predecibles. Y más si es nuestro propio padre el que está sentado en el sillón, siempre hay que buscar la mejor solución.